miércoles, 18 de junio de 2008

"Es cierto que yo no quise estudiar y que me he buscado esta vida insulsa. Tengo 35 años y no puedo decir que haya disfrutado de nada. Bueno sí, del dinero de mi marido. Pero no he tenido emociones fuertes, mis viajes son todos organizados en hoteles de cinco estrellas, mi vida una rutina de ir a clase de pilates y de tomar café con mis amigas. Esta no era la vida que yo quería. Me equivoqué.

Ahora quiero romper con todo y volver a empezar. Ya no soy joven pero voy a ponerme en serio a arreglar mi vida. Esto no puede seguir así porque de hacerlo acabaré con mi vida cualquier día. Voy a irme de casa. "

En esos pensamientos estaba cuando su marido abrió la puerta sigilosamente, como hacía todas las noches. La vio en el sofá sentada y le deseó buenas noches. Ella se levantó, se dirigió a la cocina, preparó un vaso de leche caliente para su marido y se lo llevó a la cama. Al fin y al cabo, ¿de qué valía soñar? Esa era la vida que ella había elegido y debía ser consecuente con ello.

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